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domingo, 3 de noviembre de 2013

Valorización o catástrofe

Autor: Fundación Participar

El desarrollo vial de Bucaramanga ha dependido del sistema de valorización desde la década del 50 como apalancamiento financiero indispensable de casi todas las obras de movilidad; solamente exceptuemos las que han hecho los urbanizadores privados. No es posible pensar en la Bucaramanga de hoy sin las Calles 36, 45 y 56, las Carreras 9 y 15, Diagonal 15, las etapas de La Rosita, Quebrada Seca, Transversal Oriental, Autopista a Piedecuesta y recientemente el tercer carril de Metrolínea, que no se hubiesen podido hacer con recursos corrientes.

Otras ciudades y países no utilizan el cobro de la Valorización porque tienen otras fuentes de recursos, pero en Bucaramanga hemos tenido que costear nuestro desarrollo pagando impuestos, sobretasas, tarifas, gravámenes y contribuciones muy superiores a otras ciudades, porque carecemos de rentas o regalías y ese ha sido el costo de nuestro desarrollo.

Lamentablemente cada vez que se irriga una valorización, la preocupación no es por la necesidad y calidad de las obras, por la seriedad de las licitaciones, el control del gasto y la seriedad de los estudios, sino la búsqueda de formulismos legales para tratar de “tumbarla”.

Sin embargo, que yo recuerde, en la historia de la valorización en Bucaramanga solamente una vez fue necesario “abortar” un cobro en el proceso de pago, cuando un alcalde quiso cobrar valorización para reparar la malla vial y que cada hogar pagara el pavimento frente a su predio, pero el marco legal establece que este sistema se limite a financiar obras nuevas.

Por fortuna las experiencias positivas o negativas de anteriores cobros, han servido para que los estudios cada día sean más rigurosos y los profesionales que intervienen, mejor preparados y cuidadosos, para poder reducir los errores a proporciones manejables. La preocupación debe ser otra, que los otros tres alcaldes de los municipios metropolitanos implementen también este sistema, para que puedan desarrollarse las obras viales. El dilema es sencillo: Valorización o catástrofe.

Más información: www.vanguardia.com

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