Jaime Calderón Herrera
Por Jaime Calderón Herrera
La labor que el director de tránsito Rafael Horacio Núñez y el alcalde Luis Bohórquez vienen realizando en los temas de movilidad, motociclistas y espacio público, es digna de encomio y de comprensión.
Durante décadas la sociedad ha dejado crecer los problemas sociales y ha permitido el deterioro en la calidad de la educación y de la formación, lo que ha producido una merma significativa en las capacidades de los individuos y de la sociedad. La comunidad ha venido generando cambios culturales que tienen que ver muy posiblemente con el modelo económico y político, y que se expresa en el individualismo que busca soluciones por su propia iniciativa, disminuye el sentimiento solidario y el de cooperación, creando las condiciones para un desorden generalizado.
A los gobernantes les corresponde hacer cumplir la ley, la cual no influye sino en una pequeña parte de la solución de cualquier problema. Hacer cumplir con las normas escritas y ordenadas en el código nacional de tránsito, es una tarea casi imposible, si las mayorías no acompañan al gobernante con el apoyo social necesario para poner en cintura a una minoría de desadaptados con capacidad para hacer ruido y generar grandes traumatismos.
La inmensa mayoría de los motociclistas, gente de bien, trabajadores, cumplidores de la ley, por iniciativa propia deberían encontrar el mecanismo para hacerse oír y manifestar su acatamiento a la ley y el respaldo a las medidas que pretenden dar seguridad, movilidad y respeto. Los ciudadanos sin motocicleta debemos hacer lo mismo.
Todas las organizaciones sociales, gremiales y políticas debieran expresar su apoyo a algo tan simple como el respeto a la ley y el compromiso con el orden en la movilización de peatones y vehículos. Los que desde la ilegalidad, mototaxistas, borrachitos que se trasportan en estos vehículos, irresponsables que llevan a menores, egoístas e imprudentes que usan hasta los andenes para transitar, y los desadaptados que tienen el don de la ubicuidad, todos deben ser oídos pero el Estado debe tener planes para ellos.
Por supuesto que lo anterior no exime a gobernantes, legisladores, políticos y empresarios a dotarnos de un sistema público de trasporte eficiente, barato, moderno y amigable, que realmente incentive su uso y desmotive el trasporte individual.
Debemos entender que las medidas del gobierno apuntan a generar incentivos en la dirección correcta, pero que las capacidades individuales y la sumatoria como capacidad social deben mejorar, para hacer posible sacudirnos del atraso.
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